VI Pedalada Ruta del Senglar 2009

Tenía que superar 35 km aunque al final he acabado haciendo 41. Justo antes de empezar la prueba la megafonía ha dicho textualmente, “bàsicament, el recorregut està senyalitzat amb cinta taronja de Caixa Manresa”, es decir, trozos de cinta colgando de la vegetación. Pese a esto, había algunos puntos en los que una señalización más vistosa no hubiera venido nada mal. Había cruces en los podías estar bajando a toda pastilla por un camino y de repente el trazado quebraba hacia un lado por el bosque entre unos arbutos. No te dabas cuenta y lo pasabas. Al cabo de unos metros sin ver la dichosa cinta tenía que dar la vuelta para buscarla y reencontrarme. Así hasta en tres ocasiones. Cuando debido a esto te descuelgas del gran grupo y no hay referencia visual a la que seguir la desorientación se acentúa aún más. Además a esto hay que sumar que no conocía absolutamente nada la zona y la participación era bastante local.

En lo que a la prueba se refiere me lo he pasado genial. El recorrido era bastante técnico, con algunas zonas en las que un principiante como yo tenía que poner el pie a tierra para no besar el suelo. Buena parte transurría a través de senderos bosque a través no más anchos que la rueda de la bicicleta. Había trialeras para subir y para bajar, pista forestal, barro y terreno resbaladizo, muchos charcos que han dejado la bici guapa, rocas y piedras como para poder hacer media muralla china, caminos de cabras, cauces secos, hierba y arbustos, arboles caídos en medio del camino, saltos y muchas más sorpresas como un rebaño de vacas que ha dejado un trozo de camino minado a truños de medio quintal cada uno. No ha habido tiempo para bajar la guardia ni para aburrirse en ningún momento.

Durante la Odisea por el laberinto de cintas de Caixa Manresa me he dado una buena leche de espaldas con la bici saltándome por encima. Al caer sobre mi, me ha hecho una rascada en la tibia y pasar por la Cruz Roja al final de la prueba para desinfectar la herida. Gajes del oficio sin mayores consecuencias que se han compensado con el bocata de botifarra que nos hemos metido entre pecho y espalda a la llegada a meta y la experiencia ganada en este tipo de pruebas. Mi primera, por cierto. Una pena que se me haya olvidado la cámara de fotos y no pueda ilustrar la crónica

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