Resumen de mi periplo con mi lesión de espalda
Como lo más habitual de este año son mis escasas apariciones blogueras, casi siempre que entro para escribir tengo cientos de cosas que contar que como son tantas al final acabo por no contar nada del todo. Pues bien, ahí va un resumen para hacer un reset a este último mes sin noticias mías.
Dejé la cosa con un dolor de espalda en la zona lumbar que me traía por el camino de la amargura. Una molestia en ocasiones, momentos y días, más dolorosa que en otras. En medio de las vacaciones, – finales de julio – solo pude visitar al fisio una vez lo justo para amainar el dolor y caminaba igual de torcido que El Langui, pero la ropa me lo disimulaba…
Paso por el médico para contarle el problema. El médico me envió a por una radiografía y tras todo el agosto, paso de nuevo por el médico que no ve nada. Envía la radiografía al radiólogo para ver si el sí que ve algo. De ahí al médico one more time. A mediados de septiembre me dieron un diagnóstico algo vago… “Pinzamiento L5-S1 con PROBABLE espondilolisis izquierda a nivel de L5 SIN EVIDENCIA de listesis”. A todo esto, mi doctora en ningún momento en las tres visitas se levantó de su silla. Siempre delante del monitor de su ordenador mientras yo le contaba lo que me pasaba. El protocolo médico de la seguridad social es ese.
Tras el tercer paso por el médico, esta me envía a que me hagan un Tac, que está pendiente para el 27 de octubre (recordemos finales de julio, primera visita). Y de ahí tendré que ir al reumatólogo para el 4 de diciembre. Y encima la doctora me dijo que hasta entonces nada de deporte. Así: “Mejor que no hagas deporte hasta que sepamos lo que tienes porque te puede ir mal”. Evidentemente, le he hecho caso a medias.
Mientras tanto la solución está siendo un tratamiento en el osteópata, pagado de mi bolsillo porque la Seguridad Social ya se supone que ha hecho suficiente. El osteópata va ayudándome y enderezando esa columna, aliviando el dolor lo que puede, pero hasta que no tenga el resultado del Tac no puede entrar en profundidad con la lesión.
Todo este periplo me está ocasionando que apenas pueda entrenar. Ni mucho menos mejorar. Ni plantearme una regularidad ni ningún objetivo. Un día puedo estar bien, otro mal. Me fastidia porque antes de que la doctora me “prohibiera hacer deporte” había acumulado 2 semanas bien buenas de entreno, aunque suaves, pero que me hicieron volver a entrar en la rutina como meses atrás que bien lo necesitaba.
En cuanto a la moral la tengo bien. Hay más días que longanizas para entrenar y para llegar al nivel que un día tuve. Todo compensa porque en los demás aspectos de la vida estoy mucho mejor que el año pasado por estas fechas. Y aunque a menos intensidad, no hay semana en la que no me pueda escapar a hacer un par o tres de sesiones cortas de lo que sea.
Habrá más.